miércoles, 6 de octubre de 2010

Gema Susana Villanueva Avalos

Globalización La globalización es un proceso fundamentalmente económico que consiste en la creciente integración de las distintas economías nacionales en una única economía de mercado mundial. Su definición y apreciación puede variar según el interlocutor.
La globalización algunas veces se la relaciona equívocamente como producto de los organismos internacionales públicos como OMC, FMI y BM, sin embargo, la globalización es un proceso autónomo y un orden espontáneo ajeno a la dirección de tales organismos públicos, y que depende más bien del crecimiento económico, el avance tecnológico y la conectividad humana (transporte y telecomunicaciones).

Respecto a los procesos de globalización que están teniendo lugar en la actualidad, en la esfera económica, existen dos aspectos medulares relacionados con el área de la política económica internacional: (a) la estructura del sistema económico mundial, y (b) cómo esta estructura ha cambiado. Estos temas pueden ser abordados a partir de la teoría de la globalización tomando en cuenta los conceptos del desarrollo. Los fundamentos de la globalización señalan que la estructura mundial y sus interrelaciones son elementos claves para comprender los cambios que ocurren a nivel social, político, de división de la producción y de particulares condiciones nacionales y regionales. La premisa fundamental de la globalización es que existe un mayor grado de integración dentro y entre las sociedades, el cual juega un papel de primer orden en los cambios económicos y sociales que están teniendo lugar. Este fundamento es ampliamente aceptado. Sin embargo, en lo que se tiene menos consenso es respecto a los mecanismos y principios que rigen esos cambios. Las teorías económicas neoclásicas acentúan la preeminencia de las ventajas comparativas, los métodos propios de las relaciones internacionales resaltan las variables geopolíticas, mientras que las perspectivas desde la teoría de los sistemas mundiales subrayan los intercambios desiguales (Amin 1989; Frank 1979; Wallerstein 1991). Estas aproximaciones ofrecen contrastes en las interpretaciones del cambio a nivel mundial.

3. Moda e identidad Lo que se vende en los últimos tiempos bajo el nombre de moda no es simplemente “estilo” sino “identidad”, ya no importa quienes somos sino quiénes parecemos ser las cúpulas comerciales dictan los destinos del vestido, indican cómo y qué atuendos llevar. Basta una cascada de anuncios comerciales, la imagen de la modelo en paños menores, para que hordas enteras de jóvenes abarroten las tiendas tras los trapos más insulsos. Se dice que el problema de muchas mujeres de hoy es que quieren ser de película. La exhibición es el recurso infalible, que nunca pasa de moda, para llamar la atención. En los tiempos antiguos primaba la función protectora y funcional de la vestimenta. Los pueblos mantenían los mismos atuendos por un periodo largo de tiempo. Se puede decir que la moda existe a partir del Renacimiento. Desde los años 60 se pierde la uniformidad de la moda y se impone el eclecticismo en telas, diseños y confección; desde entonces asistimos a una proliferación anárquica de estilos y tendencias, donde ya resulta casi imposible hablar de una moda definida, porque, en su lugar, asistimos a una multiplicación aparente de la oferta y, sobre todo, porque se asume que el individuo —en lo que se refiere al diseño de su tiempo libre— tiene, en cuestión de moda, la última palabra. La ropa que se luce refleja nuestros estados de ánimo: alegría, pena, euforia, ansiedad... Cuando una persona está enamorada se nota en detalles, se pule en su arreglo personal. Se nota el cambio, antes era algo descuidada, ahora se arregla. De entrada imitamos lo que, de un modo más o menos consciente, ambicionamos ser En nuestra sociedad es muy importante, cada vez más, la imagen. La imagen hace que la moda sea la clave de la comunicación. Como la moda cambia en períodos de tiempo breves comparados con la vida de una persona, ésta tendrá que ir adaptándola a su propia imagen. Tendrá que controlar, pues, todo aquello que le desagrada o no se ajusta a los ideales que quiere transmitir a los demás. Es muy importante este "cribar" la moda. Ahí actúan las convicciones de la persona, sus valores, en definitiva, su personalidad. La cuestión más importante, y que de un modo u otro aglutina a las demás, es la cuestión de moda e identidad. La moda puede servir como un factor superficial de integración social, especialmente para aquellas personas que carecen de una identidad definida —así se entienden los grupos de adolescentes vistiendo de la misma manera— pero la moda, por sí sola, no puede proporcionar identidad en sentido estricto. Lo que se vende en los últimos tiempos bajo el nombre de moda no es simplemente “estilo” sino “identidad”. La moda expresa de manera libre lo que somos. El vestido de la mujer tiene que ayudar a que los demás descubran ese algo distinto que hay en todas las personas: su rostro, sus gustos, su vitalidad. Para que al fijarnos en ese ser humano.

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